En el ámbito educativo la lectoescritura se constituye como una herramienta indispensable para el acceso a los contenidos que promueve la escuela, los textos son la materia prima indispensable, vehículos de comunicación de la cultura dominante. Frente a esta situación tanto la adquisición como el uso para la comprensión lectora y la composición escrita se han convertido a últimas fechas en objetos de estudio que en sí mismos están revestidos de importancia capital para entender la calidad educativa.
Son innumerables los textos que abordan la problemática del fomento a la lectura, el hábito lector, la comprensión lectora, entre otros, desfasando los estudios iniciales de la adquisición de la lectoescritura, sobre todo en lo relacionado con los procesos que intervienen en el desarrollo de ésta. Sin embargo, ha habido una transición a incorporar las dimensiones ambientales como elementos que pueden favorecer u obstaculizar estos procesos.
En la actualidad, se hace énfasis en los ambientes alfabetizadores tanto en la familia como en la escuela, como una forma de entender que aprender a leer y escribir no es una tarea automática ni rutinaria sino un proceso de verdadera construcción personal con la implicación de todos los que rodean al potencial
lector.
Esta situación hace suponer que los procesos formativos de los profesores están siendo cada vez más reforzados para que la enseñanza de la lectoescritura se transforme en formatos con tintes constructivistas sugiriendo un acompañamiento del niño para que pueda transitar de forma segura para la automatización de esta actividad.
Este énfasis, debe transformarse de forma definitiva, proponiendo nuevas técnicas y metodologías que permitan construir en el niño un proceso lecto-escritor amigable con las necesidades propias del estudiante.
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